Los peces Betta Splendens, también conocidos como luchadores de Siam, mantienen viva en algunas ciudades de Asia la práctica de la riña animal por apuestas. Sin embargo, debido a su enorme belleza, también son los preferidos de muchos amantes de los peces
Las riñas de gallo no han desaparecido, sólo se han reconvertido. Hoy en día, sus protagonistas son mucho más bellos y sutiles, pero no por eso menos salvajes y agresivos.
A lo que nos estamos refiriendo, es a los peces luchadores de Siam, los protagonistas de una práctica de pelea animal que se piensa que comenzó en Tailandia, el antiguo reino de Siam, 600 años atrás.
En efecto, las peleas de peces fueron desde siempre muy populares en la capital de ese país, Bangkok, pero gracias a Internet, hoy en día son muchos los seguidores de varios países que se han interesado en su práctica, y han realizado apuestas por la web, o directamente viajado a ese país, para divertirse con el sangriento juego.
Conocidos también como Siamese fighting fish, estos peces son entrenados como los pugilistas del boxeo, para poder vencer en las peleas y ser así redituables, gracias a las fuertes sumas que los apostadores de toda clase invierten en ellos.
Así, luego de medirse desde botellas separadas, dos ejemplares machos, o dos ejemplares hembras, comienzan una salvaje lucha donde abundan las mordeduras y los golpes. Los ganadores de ambos sexos, luego serán cruzados para obtener un ejemplar aún más perfeccionado.
Según afirman los detractores de este salvaje juego, dichas luchas son encarnizadas, y pueden durar hasta un día entero, cuando alguno de los dos muera. Los defensores, por el contrario, sostienen que la lucha se desarrolla como un deporte leal, donde se entrena convenientemente al pez, nunca se combate por más de tres horas, y el final es cuando uno de los dos decide abandonar la contienda, casi como si “tirara la toalla” (aunque admiten que pueden morir debido a las infecciones que les provocan las heridas).
No solo luchadores
En cualquier caso, la lucha de peces de Siam está, debido a su salvajismo, reservada a unas pocas ciudades de Asia. Sin embargo, son muchos los occidentales apasionados por este tipo de peces, quienes lejos de admirar su violencia, los crían para contemplar sus exquisitas formas y sus bellos y radiantes colores, los cuales están conformados por el rojo, el azul, el verde, y algunas combinaciones que se forman entre los mismos.
Otra de las razones por las que este tipo de peces cuenta con muchos criadores en todo el mundo, es por su facilidad para la cría, ya que para mantenerlos en buena salud ni siquiera hace falta contar con un respirador, pues su desarrollo pulmonar primitivo los insta a salir a la superficie para tomar aire. La alimentación, por su parte, tampoco es un problema, ya que si bien lo ideal es que se les den escamas, también alcanza con suministrarle tan sólo carne.
Lo único que se debe tener en cuenta, es no ponerlos junto a otros machos en la misma pecera, ya que su naturaleza violenta, sumada a una marcada actitud territorial que tiene su origen en los diminutos charcos asiáticos, provoca que estos peces puedan enfrascarse en algún tipo de lucha con sus pares.
Por eso, si desea mantener estos peces en una pecera que contenga otros ejemplares, de la misma raza u de otra diferente, deberá adquirir un compartimiento denominado beteras, que son como una celdas de unos 10 o 12 centímetros cuadrados, credos especialmente para aislar a los Betta Splendens del resto.
lunes, 21 de enero de 2008
Riña de gallos en el acuario
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