lunes, 21 de enero de 2008

Por qué no elegir un ave como mascota de la familia

La inteligencia de su mirada, sus llamativos colores, su habilidad para realizar trucos y la maravilla de verlas volar, hace de las aves una compañía deseable para tener en el hogar.



Si bien a primera vista parece que su belleza se manifiesta en una cuestión visual, luego descubrimos en ellas sus distintas habilidades naturales, que podemos conseguir desarrollar por medio de un entrenamiento (como hacerlas hablar en algunos casos). Estas consideraciones invalidan su concepción desde un único punto de vista ornamental y provocan la curiosidad y su elección como un miembro más de la familia.

A lo largo de la historia las aves exóticas comenzaron teniendo un atractivo visual, cuando fueron utilizadas en un principio como animal de competencia en las grandes civilizaciones. Sin embargo, cuando se trata de hablar de mascotas, fueron las primeras domesticadas, antes aún que el perro. Ya 4.000 años antes de Cristo los reyes y nobles del país egipcio se dedicaban a capturar y enjaular aves africanas.

Luego fue adquiriendo distintos simbolismos: para los clásicos griegos adquirió un significado de trofeo que connotaba un determinado poder social y riqueza. Fueron recién las clases acomodadas del Renacimiento europeo quienes entre el año 1300 y 1600 comenzaron a poblar sus propios jardines con las aves como mascotas en el hogar. Luego, con el descubrimiento del Nuevo Mundo arribaron a España de las manos de Colón una enorme cantidad de aves exóticas descubiertas por primera vez, como el papagayo de Cuba.


Pero los loros ya fueron aves domesticadas por los mismos incas para su disfrute hogareño. En algunas tribus se exigían plumas de ciertas aves a los pueblos sometidos como pago por mantener sus derechos. A medida que se fue estrechando el contacto con las aves, comenzaron las grandes exposiciones en 1890 en Inglaterra, con la consecuencia de la transmisión de sus enfermedades a las personas, lo que comenzó a ser motivo de preocupación.

Tener un ave como mascota implica asumir una responsabilidad, brindándole cuidados, alimentación y previniendo su posible transmisión de enfermedades.


En el caso de algunas aves como el loro gris africano, pueden vivir entre 50 a 60 años, por lo tanto su cuidado debe ser un compromiso permanente, a diferencia del canario que tiene la posibilidad de vivir entre 15 a 20 años.

Son los más pequeños los que se entusiasman desde la escuela y el jardín con tener y proteger a estas aves como mascotas exhibiéndolas como trofeo a sus compañeros. Ellos suelen comenzar con canarios y periquitos.

Pero por más que su adquisición sea un procedimiento sencillo y barato es imprescindible considerar, antes de decidirse por su compra, cuáles son las posibilidades reales que se tendrán para cuidarlas. No se trata sólo de una cuestión de tiempo para dedicarles, el tema del espacio merece toda una consideración aparte. Algunas mascotas como los loros requieren de jaulas más amplias y grandes lugares de juego.

Como segunda medida se requiere de un proceso de adaptación con el animal, sobre todo a entender sus necesidades. En un principio lógicamente estará asustado al compartir un hogar nuevo, ajeno y hay que ayudarlo, hablándole, moviéndolo. Durante los primeros días tanto los dueños como el ave deberán comprenderse mutuamente y comenzar a pensar en las señales que utilizarán para comunicarse: ya sea los movimientos del cuerpo o las palabras habladas.

Una vez lograda la tranquilidad del ave en su nuevo hábitat se puede comenzar a ensayar el primer acercamiento posicionando a la mascota en los hombros del dueño. Todo lleva su tiempo y su cuidado. Es recomendable trabajar con guantes, sobre todo en el caso de algunas aves como los loros pequeños y en otras ocasiones mantenerlas sujetas de un palo como con los guacamayos.

Para entablar un diálogo con el ave no hay que tenerle miedo y se debe ir introduciendo la mano en la jaula repetidamente hasta que el ave se acostumbre para lograr sacarla. Después de familiarizarse durante una semana en el sector interno de la jaula, hay que llevarle comida con la mano al ave, esperando que esta la busque sola.
Todo truco lleva su entrenamiento, el cual requiere de un proceso. Puede suceder que el ave aproveche la jaula abierta para salir a volar, en ese caso es preferible dejarla que vuele un tiempo sola por el hogar y luego acercarse a agarrarla, no antes. La mejor forma de tomar el ave es poniendo la mano en forma de percha.

Y el éxito del entrenamiento se consigue mediante la repetición, hasta lograr incluso que hable. Hay muchas aves que pueden imitar el habla humana, como los loros, periquitos y guacamayos. Quizás este proceso sea encarado gustosamente por los niños entusiasmados con tan entretenido proyecto y portadores de paciencia y suavidad para la tarea de repetir una y otra vez las palabras deseadas, durante un tiempo de no más de 15 minutos.

Las aves, al igual que otros animales se esmeran luego de recibir premios ante sus esfuerzos, por eso ante cada logro es bueno ofrecerles un alimento de premio. Un detalle importante a considerar es que las aves, a diferencia de otros animales como los perros, responden mal al castigo físico por más leve que sea. Luego se puede continuar con el entrenamiento de enseñarles a hacer trucos como trepar, llevar objetos con la boca de un lugar a otro y volar de un colgante a otro.

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