Digamos de antemano que si su hijo quiere un perro, y ese deseo no es un capricho momentáneo, deberá satisfacérselo. Mejor todavía: compre el perro cuando su hijo cuente con un año de edad y los dos crecerán juntos.
Esto tiene muchas ventajas, tanto para el niño como para el animal.
El niño tiene un compañero de juego permanente en todo momento. De este modo se compensa la falta de hermanos en los hijos únicos.
El niño aprende, sin darse cuenta, a ser responsable de un ser vivo; a dejar sus propios deseos al tener que cuidar y preocuparse de otro y a acostumbrarse pronto a las obligaciones.
El perro propio es una válvula para el exceso de sentimientos de cariño. Esto es muy importante en la edad escolar, pues entonces ya hay que ocultar y reprimir deseos.
El perro propio es un confidente que siempre está ahí y que siempre le comprende a uno.
El perro y el niño aprenden uno del otro que no debe lastimarse a nadie. Aprenden a conocer los límites que no deben sobrepasar. El niño aprende el comportamiento social sin necesidad de que nadie le marque constantemente una pauta.
Siempre se ha podido comprobar que los niños con perros son mucho más autosuficientes y espontáneos que otros, y que sus relaciones con los adultos no se perturban. Por otro lado, los perros de niños nunca son neuróticos ni histéricos. A todas las personas que teman problemas posteriores con sus hijos no puedo por menos que recomendarles que les dejen crecer con un perro, o que les regalen uno cuando tengan alrededor de seis años.
¿Puede ser el perro un peligro para el niño?
En la relación entre el perro y el niño, el riesgo de infecciones no desempeña un papel importante. Únicamente hay que explicar al niño, desde un principio las reglas básicas:
Tiene que lavarse las manos cuando haya jugado con el perro, en especial antes de comer; es una buena manera de acostumbrarle, de paso, a la limpieza.
No debe dejar que el perro le lama la cara.
No debe chupar, ni lamer las orejas o las patas del animal.
El niño no debe comer del plato del perro, y viceversa.
Estos son algunos de los tabúes en el trato con el perro. Por supuesto, si alguna vez se rompe una de las reglas, no tiene por que suceder nada. Ni el perro, ni el niño son seres estériles. Muchas de las cosas que un niño toca todos los días llevan más bacterias que las que pueda tener el animal. Sin ningún género de duda, en el caso de los perros de niños, hay que poner especial cuidadopara que no tengan parásitos y estén vacunados. En tal caso no sucederá nada. En opinión de muchos médicos, un poco de suciedad no perjudica, sino al contrario: vuelve más resistente contra las infecciones.
miércoles, 19 de diciembre de 2007
Los perros y los niños
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