lunes, 17 de diciembre de 2007

Los gatos, esos locos independientes

Ellos se creen dueños y señores de la casa

Se dice que: “un perro sabe quién es su dueño y un gato se cree el dueño”. Esta creencia se tiene debido a la independencia que manejan los gatos.

Cinco mil años atrás, en Egipto los gatos personificaban el símbolo de realeza. El culto a los felinos, en especial a los gatos como un animal sagrado surgió a partir de la diosa “Bast”, adorada en el Delta del Nilo, también conocida como Ousbastis y Bastet, y fue encarnada como una mujer, con cabeza felina.

Su ciudad, Busbastis, que significa "mansión de la Diosa Bast", fue en algún momento de la historia, capital de Egipto. Y el templo dedicado a la diosa, fue el edificio más importante de la ciudad.

Los gatos domésticos vienen de la importancia que le dio la cultura egipcia a los felinos. Desde entonces se dice que los gatos tienen muchas enemistades entre las personas, se echan aires de realeza y se refieren a ellos como traicioneros.

Quien ha tenido un pequeño minino sabe que no es lo mismo tener un perro a un gato. La diferencia es extremadamente radical, pues un gato es autónomo y un perro no puede valerse del todo por si solo.

El médico veterinario, Rolando Micheo Flores, nos cuenta que los gatos poseen sentidos sumamente agudos, y muchas veces reaccionan ante situaciones aparentemente tranquilas, porque perciben sonidos o vibraciones y detectan olores que las personas no detectan. Son capaces de prever con varias horas de anticipación, catástrofes o terremotos.

Los gatos no necesitan que se les bañe, pues ellos son muy higiénicos y usan su lengua lamiéndose para asearse.

Por las mañanas necesitan de un espacio para poder hacer sus necesidades, o ya sea que tengan un lugar específico. Por lo general cavan un hueco para defecar y lo tapan al terminar.

Los gatos son tan inteligentes que pueden ubicarse de acuerdo a la dirección del sol, pues poseen un sentido de la orientación innata.

En contraste al perro y de otras mascotas, el gato nunca debe considerarse “propiedad de uno”, sino que más bien sería correcto pensar que se trata de un compañero que comparte la vivienda, y que ha elegido estar en el hogar para un beneficio mutuo.

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